PAPEL Y ESTRUCTURA DE LA FAMILIA
Papel y Estructura de la Familia
El hecho familiar es notable por su permanencia. La familia existe en la especie humana, sea cual fuere su tipo sociológico, poli o monogámico, exo o endogámico. Las organizaciones sociales y las religiosas intervienen siempre para sancionar su existencia, para mantener su coherencia, justificando de esta forma su papel de institución básica. Sus transformaciones sucesivas impiden dar una definición precisa de la familia. Se puede definir como el conjunto de personas de las misma sangre, que viven bajo un mismo techo, particularmente padre, madre e hijos. Existen pues, dos características básicas en el vínculo familiar: identidad de sangre y techo común.
De hecho, lo que mejor define a este grupo social es la coexistencia de dos grupos de seres humanos, padres e hijos, que tienen entre sí una relación de progenitores a descendientes. Se pueden añadir, al padre y a la madre, los abuelos, vivos o difuntos, reales o místicos, los colaterales y, más allá de los lazos de la sangre, los que con ellos conviven, los sirvientes en las sociedades de tipo patriarcal, o los cónyuges que son parientes en la sociedades poligámicas.
El segundo grupo, el de los hijos, los descendientes, queda más limitado. No obstante, en algunas civilizaciones existen hermandades mágicas o espirituales mucho más importantes, desde el punto de vista que a nosotros nos interesa que las de la sangre. La coexistencia bajo un techo y los vínculos de sangre, que definen a la familia, no bastan para unir a sus miembros. El auténtico cimiento de toda célula familiar es el amor recíproco entre los que están llamados a vivir juntos. Niños y, a veces, adultos sin lazos de parentesco son adoptados, en ocasiones por el conjunto de la familia hasta el punto de formar parte de ella, aunque no legalmente. A la inversa, algunos miembros de la familia no llegan a hundirse aceptablemente en el seno de esta pequeña sociedad. Grosso modo, podemos distinguir dos grupos en la familia. Intentaremos estudiar aquí la estructura de las relaciones establecidas entre los dos grupos y, en el seno de cada uno de ellos, entre los elementos que los constituyen. La estructura y la cualidad de las relaciones familiares varían según el carácter y el equilibrio de estos elementos. Si el grupo carece de equilibrio es porque uno o varios de los componentes desafina en la armonía interna, entonces el edificio entero se resentirá de ello. Sólo existe un mundo familiar, cambiante, multiforme, siempre nuevo y, sin embargo, siempre el mismo, que hay que captar globalmente, incluso si, para mayor facilidad, nos permitimos estudiar por separado los elementos que lo constituyen.
La pareja, condición necesaria del hogar, no puede considerarse suficiente para que exista una familia: la llegada del hijo crea la familia. Las relaciones familiares normales se ordenan en torno al hijo, en función del hijo y para el hijo. Las relaciones familiares han de estudiarse en función de su incidencia sobre su evolución afectiva, que debe realizarse normalmente hacia una completa autonomía.
Esta manera de abordar el problema presenta sus inconvenientes, como toda actitud parcial. Pero es la única que permite un estudio en una dirección lógica, concreta y, por consiguiente, útil. La actitud del hombre frente a la sociedad dependerá en gran parte de su experiencia familiar. Al parecer, el niño, al adoptar una actitud con respecto al círculo de la familia, determina también los aspectos principales de sus relaciones con los seres humanos en general; el "enfoque" de un individuo y su manera de considerar la mayoría de las cuestiones más importantes de la existencia humana pueden expresarse en términos parecidos a las posiciones que adquirió frente a los problemas y dificultades nacidos en el interior del mundo relativamente pequeño de la familia. La experiencia familiar facilita al niño el aprendizaje de su oficio de hombre.
(De: La Familia y el Niño, por el Dr. M. Porot).
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