LECTURA UNA BROMA DE LANA CUENTOS DE BROMAS
LECTURA UNA BROMA DE LANA CUENTOS DE BROMAS
Al comienzo, solo para impresionar a los vecinos, me portaba bien, pero un día se me ocurrió imitar a don Aurelio, un abuelito renegón que caminaba arrastrando los pies: mis amigos estallaron en carcajadas. Convencido de que estaba ganándome el título de “divertido” Una tarde rellené una media de mujer con trapos y corté la punta del pie para atar en su lugar un pabilo bien largo. De lejos, empujando despacito, parecía una cobra. Eran las nueve de la noche y la poca iluminación de los postes era perfecta para llevar a cabo mis planes.
Esperé a mi primera víctima y de pronto vi venir a una mujer. Traía una sombrilla debajo del brazo y una cartera colgando de la mano. Corrí a esconderme y probé el hilo que arrastraba a la supuesta cobra. ¡Estaba perfecta! Me quedé bien escondidito detrás de las sombras, con el hilo y entre los dedos. La señora venía acercándose, más cerca, más cerca todavía, y ¡zas! Comencé a tirar de la cobra que se deslizó despacio en medio de la calle ¡Solo que yo no esperaba aquello! La mujer dio un grito tan grande que despertó a todo el barrio. Largó la bolsa y la sombrilla para arriba y se apretó la barriga sin dejar de gritar:
-¡Socorro!, ¡Socorro! … Una cobra, amigos, ¡Ayúdame!
Las puertas se abrieron y asustado, solté todo para correr hacia casa. Destapé rápidamente el cesto de la ropa sucia y me metí dentro. A pesar de cubrir nuevamente el cesto con la tapa, podía escuchar los gritos de la mujer:
- ¡Dios mío, voy a perder a mi hijo de seis meses!
- Tome un poco de agua de azahar – le decían los vecinos a la pobre señora Margarita-. Quédese tranquila, que los hombres fueron detrás de la cobra, armados con machetes y con un farol para alumbrarse.
¡Qué lío de los mil diablos por causa de una cobrita sin importancia! Pero lo peor de todo es que la gente de la casa también fue a mirar. Mi mamá Rosa, mi tío Roberto y mi tía Lala.
- ¡Pero si no es una cobra, amigos! Apenas es una media vieja de mujer – dijeron
En mi miedo había olvidado tirar de la “Cobra”. Estaba frito. Atrás de la cobra venía el hilo y el hilo entraba en mi casa.
Tres voces conocidos hablaron al mismo tiempo:
- ¡Fue José Antonio, fue él!
Mamá Rosa levantó la tapa del cesto y todo terminó. Fui agarrado por las orejas y llevado hasta el comedor. Era hora de arreglar cuentas por mi falta de respeto.
José de Vasconcelos.
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