POR QUÉ LAS LÁGRIMAS SON TRANSPARENTES RESUMEN

POR QUÉ LAS LÁGRIMAS SON TRANSPARENTES

Había una vez un río. Era un río muy ancho, que llevaba en su cauce toda el agua de la región. Y era además muy bueno, pues dejaba que todas las lavanderas lavaran su ropa en la orilla. Y dejaba también que los niños se bañaran en sus aguas. Y dejaba que las niñitas se miraran como en un espejo para peinar sus trenzas. Y los campesino usaran sus aguas para regar.
Pero no era un río como los que tú conoces. ¡No! Era un niño muy diferente. ¡El agua que llevaba era agua de colores!
Una tarde, llegó una niña triste hasta la orilla del río se sentó apenada.
- ¿Qué te sucede? – le preguntó el río al verla tan pequeña y desamparada.
- Tengo pena. – Contestó la niña.
- Si tiene penas, asómate a mi orilla, mírate en mis aguas de colores y así se te pasará tu tristeza. Le dijo el buen río.
Asomándose la niña a la orilla del río, vio su carita triste reflejada en el agua, pero también vio el reflejo del sol que estaba allá en lo alto, y se dio cuenta que se estaba poniendo viejo, que algunos de sus rayos ya no eran dorados, y esto la hizo olvidarse de su propia pena.
- Amigo sol – le dijo - ¿Qué te sucede?
- Me estoy volviendo viejo. Mis rayos comienzan a ponerse grises. ¿Cómo podré entonces iluminar al mundo?
- No te aflijas, yo tengo la solución de tu problema.
- Le respondió la niña. – Asómate a la orilla del río y mírate en su agua dorada.
- Lo hizo así es el sol y contempló ahora sus rayos brillantes y dorados, y sonrió satisfecho. Viéndolo feliz, la niña preguntó al río:
- Amigo río, ¿Puede el sol quedarse con tu agua dorada para rejuvenecer?
- Si eso ayuda el sol, se la regalo. – Contestó el buen río.
Y le regaló su color dorado.
El cielo que estaba cubierto de nubes y muy abatido vio aquello y la llamó
- Niña amiga – le dijo.
- ¿Qué te sucede, amigo cielo? – le preguntó la niña.
- No sé qué hacer. – Le contestó el cielo – Las lluvias me están destiñendo.
¡Estoy apenas celeste!
Lo miro la niña y vio que, en efecto el cielo ya no tenía un azul intenso y se compadeció de él.
• Asómate a la orilla del río y mírate en su agua azul – le dijo.
Se miro el cielo en el agua, y vio su imagen azul. De ese azul que aman los pintores y cantan los poetas: ¡Qué bien me veo! – pensó.
Adivinando su pensamiento, la niña le dijo: - Pidámosle al río que te regale su agua azul para que recobres tu belleza y tu profundidad.
Y el río le regalo su color azul.
Uno a uno, la niña con pena y el buen río fueron regalando los colores. El rojo se lo dieron a una copihuera, el blanco se lo dieron a las plumas de una garza que se había manchado con hollín, el verde se lo regalaron a un árbol que no podía reverdecer en primavera. El negro a la negra noche. El gris a una nube tormentosa, el lila a un atardecer y el morado a una ciruela.
Pero entonces el río se acordó de la pena que la niña tenía, y le dijo:
• Niña, no me has dicho aún por qué tienes pena.
• Tengo pena porque ya no soy una niña, ya soy una persona grande … y ¡claro que me gusta ser grande! Pero me da mucha pena, porque ya no puedo subirme a las sillas, ni saltar en las camas … y no es que eso lo eche de menos …. – añadió suspirando.
• Pero te da pena – le indicó el río.
• ¿Por qué no lloras si sientes pena?
• ¿Llorar? … llorar, y ¿para qué se llora? – le preguntó la niña, extrañada.
• Se llora para aliviar las penas – le contestó el río. – Se llora, se canta y se ríe para aliviar las penas, pero primero se llora.
• Entonces quisiera llorar un poquito; pero, ¿Cómo se hace para llorar cuando uno tiene pena?
• Nacen en tu corazón unas lágrimas y se asoman a tus ojos – le enseñó el río.
• Esas son lágrimas de pena. Asómate a mi orilla y mírate en mis aguas de colores, para que tu lágrima tenga todos los colores del mundo y tú puedas alegrarte – le dijo.
Se inclinó la niña, asomándose a la orilla y una lágrima que había nacido en su corazón llegó hasta sus ojos y rodó despacito por su mejilla.
El río miró las lágrimas y se dio cuenta de que no tenían colores, porque los había regalo todos. Y aunque estaba feliz de haberlo hecho, pensó que le hubiera gustado tenerlos en ese momento para poder aliviar la pena de la niña.
El cielo adivinó lo que el río pensaba y se puso a llorar despacito. El sol iluminó con sus rayos las gotitas de lluvia del cielo, y apareció un arco iris en el que estaban todos los colores del mundo.
La niña miró el arco iris y en sus lágrimas se formó otro pequeñito, se metió por sus ojos y deshizo con sus colores las penas y le alegró el corazón.
Había una vez, en un lugar cercano, un río.
Era un río muy ancho que corría majestuoso y sereno, llevando por su cauce toda el agua de la región.
Y era un río como los que tú conoces, solo que sus aguas eran tan trasparentes y puras como las lágrimas de los niños.

Por Qué Las Lágrimas Son Transparentes, Cuentos, Cuento Sobre Las Lágrimas

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