LA BODA DEL ROCOTO y EL AJÍ CUENTOS DE ANCASH
LA BODA DEL ROCOTO y EL AJÍ
Amanecía y en el huerto, todos despertaban jubilosos, pues hoy era día de fiesta. Había una boda. ¡Y que boda! Todos estaban invitados, no sólo las verduras y frutales sino también las flores, árboles, abejas y pajarillas.
Para la hora de la boda todo era esplendor, el sol lucía radiante, los altos árboles se pusieron muy tiesos.
Las flores cada cual mas bellas, coloreadas y primorosas, imposible de escoger quien era mas bella. La lechuga, toda ella, se hizo un vestido de color verde diferente las cebollas, como buenas bromistas que eran, se habían llevado escondido en los pliegues de su ropa un ácido que
hacía "llorar", las beterragas querían hacer de la fiesta un anticipo a las fiestas de carnaval y llevaron para ello una pintura morada muy vistosa.
Los pajarillas muy puntuales se ubicaron entre sus amigos, los árboles y armaron la orquesta jaranera, daba gusto verlos. Unos eran tan pequeños como el picaflor, otros tan coloreados como la "Santa Rosa" con su terno amarillo y negro y otros austeros, como el zorzal.
Las abejas siempre laboriosas, entablaban conversación constante con las flores y concertaban no sé que negocios de miel, polen, polinización y no sé cuantos.
De pronto apareció el novio: un hermoso y gallardo Rocotero, adornado con saludables frutos y esmaltado de flores azulinas, saludó a todos con una gran reverencia y cordialidad. ¡Se le veía tan bien!
Entonces el manzano, que era medio parrandero extrajo de sus frutos la famosa SIDRA y todos comenzaron a beber muy alegres.
El calor era ya muy intenso y el licor mas rico.
Doce en punto: el Capulí empezó a tocar la marcha nupcial de agudas notas con sus lustrosas hojas acompañado por un jubiloso coro de gorjeos.
La novia se acercaba. Muchos ignoraban quien era y ya estaban tan bebidos que no podían distinguirla bien.
Pero allí estaba ella: esbelta, bellísima, adornada con frutos dorados largos y lustrosos, sus flores eran blancas y formaban una corona.
El nombre un tanto masculino, AJI, pero tan femenina de pies a cabeza, que a medida que caminaba, las calabazas y zapallos extendían sus hojas para que no ensuciara su bello vestido.
El novio, al notar el alboroto se incorporó, pero estaba tan mareado que en vez de abrazar a su novia, abrazó a la rosa, quien avergonzada le hincó con unas espinas que llevaba escondidas. El novio dio un tras pies y cayó sobre un grupo de zanahorias que jugueteaban entre si.
Todos los asistentes a la fiesta se echa ron a reír a carcajadas y no cesaban de hacerla, hasta que al rocoto se le pasó el mareo y se avergonzó tanto y tanto que sus frutos se volvieron, unos rojos, otros amarillos, otros anaranjados y otros verdes.
Pero su novia AJI, que lo amaba tanto lo perdonó y se acercó a él brindándole un "picante" beso y sabroso abrazo y se escuchó entonces un coro de gorjeos y zumbidos.
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