LA APUESTA CUENTOS DE ANCASH
LA APUESTA
Un día del segundo semestre de 1992, estaban sentados al pie de la Cruz de Siglo "Siglo Cruz" a escasas cuadras de la Plaza de Armas de Pampas Grande, dos Santos Varones, uno de ellos Doctor de la Iglesia y el otro un incomparable chacarero. Ya los habrán identificado Uds. Me refiero a San Jerónimo, Doctor ya San Isidro, Chacarero.
San Isidro, apuntando los cerros con sus manos callosas por el rudo trabajo de la chacra, se quejaba de que ya eran tres años de sequía.
San Jerónimo se rió de él, diciendo que en cambio el trabajo suyo seguía viento en popa, como guía de los intelectuales y estudiosos de esa bella tierra y que estaban produciendo" buenos estudiantes, nuevos abogados, ingenieros, docentes, periodistas, militares, en fin una gama variada de profesionales, quienes se forjaban en Lima, Trujillo y otros lugares del país.
San Isidro acarició distraídamente los lomos del par de yuntas que pacían junto a él, comentando que en los últimos años nadie los había "alquilado" para arar sus campos hoy polvoriento y desnudo.
Hacía un calor punzante y ni una sola nube se veía. pero ... de improviso, como un ágil venado, San Isidro se puso en pie rápidamente y como un animal salvaje olfateó el aire y oteó la lejanía y sonrió, hizo un guiño cómplice a sus toros y propuso al Doctor una apuesta, que si dentro de tres días llovía el año venidero seria feliz para el agro.
El Doctor se río de buena gana y aceptó, pues estaba seguro que eso no ocurriría, no en tres días por supuesto y entonces el "castigo" sería que San Isidro sembrara azucenas rosadas en toda la Plaza de Armas de Pampas Grande y que si él perdía, reuniría en la misma Plaza de Armas de Pampas Grande a un gran porcentaje de los profesionales pampasinos para setiembre.
Fueron tres días de gran preocupación para el Santo Chacarero, pues ni una sola nube se asomaba.
Cumplido el plazo, muy temprano se dirigió a "Siglo Cruz", lugar de encuentro. Se sintió muy abatido al ver el cielo tan despejado, que el Sol hería los ojos.
Al poco rato llegó San Jerónimo, festejando ya su triunfo. El ambiente era tenso. En eso se escuchó a lo lejos por los cerros de Shancac, el recio mugido de un toro. San Isidro se sorprendió y divisó la lejanía y allí estaba un pequeño vellón de nubes sobre el misterioso Bombón. Al poco rato creció y empezó a ascender por los cerros y a la tarde llovía, llovía suave pero firmemente.
San Jerónimo abrazó al Santo Chacarero y rieron juntos, pues convinieron en que no había vencedor ni vencido, lo que interesaba era el bienestar del pueblo pampasino al que ambos santos amaban entrañablemente.
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