EL TAURI O CHOCHO CUENTOS DE ANCASH

EL TAURI O CHOCHO

Todo niño es travieso y palomilla por naturaleza, aún si ese niño, es un niño Dios.

Cuando Jesús era pequeño, su Santa Madre iba con él a lavar la ropa a un rio muy limpio, quizá nuestro río Paria, en cuyas orillas crecían árboles, arbustos y hierbas de vistosas flores y sabrosos frutos.

Mientras la Virgen lavaba los humildes pañales y ropas, el niño Jesús, jugaba con las avecillas y otros animalitos de aquel lugar. Cogían flores, comían frutos y jugaban a las escondidas y otros acertijos.

Un día de primavera, cuando los campos estaban más floridos que nunca, se le ocurrió al niño un nuevo juego. Junto con sus amiguitos cogieron toda clase de flores, las llenaron en la canasta de ropas de su madre y procedieron a colocarlas en otras plantas a las que no correspondían.
Se divirtieron mucho al ver un eucalipto lleno de flores rosadas, el lirio con flores de naranja, las naranjas con flores de gladiolos, los claveles con flores de paltos, los rosales floreciendo violetas, la retama con flores de floripondio, etc. etc. etc.
Los picaflores volaban presurosos experimentando nuevos néctares, las abejas cogían el polen más exótico y todo era bullicio y risas.
La Virgen terminó de lavar y llamó al niño para regresar a casa. Entonces presurosamente el niño Jesús ayudado por sus amigos procedió a reponer las flores a sus respectivos lugares.

Luego de un buen tiempo, en vísperas de Navidad, la Virgen y el niño regresaron a aquel río, cuando los árboles y arbustos ya estaban cubiertos de frutos. El niño los miró de uno en uno, todo estaba hermoso. Quedó conforme, pero notó un arbusto muy raro, tenía algunas flores y muchos frutos, su aspecto era desconcertado y triste. Allí mismo cayó en cuenta - ¡un error! - se dijo.
Acarició a la plantita con sus santas manos y entonces ésta le dijo: - Dueño mío, niño Santo. Hace un tiempo jugaste conmigo. El juego me gustó como a ti, pero olvidaste devolverme mis flores y lo peor es que me pusiste la flor de una planta muy amarga y venenosa y ya ni pajarillas ni abejas me visitan y ni los hombres me querrán. Has algo por mí.

El niño lo miró, lo tocó con sus santas manos y sus flores feas se tiñeron de hermosa tonalidad entre azules y moradas. Además a sus amargos frutos les dio el poder de ser sumamente alimenticios y ser el alimento favorito de los pobres, con sólo hervirlos y remojarlos en el río por unos días.

- Serás más conocido que la col, mi querido Tauri -le dijo sonriendo - espera un poco, que todo el mundo estará
"chocho" contigo y serás un plato sabroso. Dicho esto desapareció.

Y aquí está nuestro Tauri o Chocho, modesto, pero tan gustado y nutritivo, milagro producido por un necesario error.

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