LEYENDA SOBRE LA ESTRELLA - LEYENDAS DE LAMBAYEQUE

LEYENDA SOBRE LA ESTRELLA

Hace mucho tiempo, en la región de Túcume, departamento de Lambayeque, reinaba la princesa Aca Fala, descendiente de los antiguos soberanos de las tierras y yungas.

Aca Fala era una mujer hermosa, de relevantes virtudes morales y de espíritu justo, todo lo cual inspiraba gran simpatía entre la gente de su pueblo.
En las noches claras de luna, Aca Fala gustaba mirar el cielo y las estrellas mientras, solitaria, caminaba por las extensas playas. Sus mencionados pies desnudos dejaban largas huellas en la arena.

La fama de la hermosura de la princesa llegó a lejanas regiones. Muchos hombres la pretendieron en matrimonio: Franquizán, el cacique de Lambayeque, Rendo, dueño de Motupe; Pono, señor de Jacuma. Aca Fala, con amabilidad pero sin mayores explicaciones, rechazaba a todos los pretendientes. Muchos hombres, jefes y principales de la comarca, tuvieron que retirarse decepcionados y tristes.
La princesa vagaba solitaria por las playas. Horas y horas contemplaba la luna y las rutilantes estrella. Le fascinaba sobre todo Venus, brillantes y rojiza.

Los sacerdotes que en ese entonces, además de la función ritual, tenían el supremo poder, estaban preocupados por la actitud de Aca Fala. Hicieron averiguaciones, la espiaron en noches sucesivas, la interrogaron y obtuvieron una explicación: la princesa se encontraba envanecida de su hermosura; por su belleza se consideraba igual que Venus e, íntimamente, creía que no había ser humano digno de ella.

Entonces los sacerdotes, enojados por su vanidad, la conminaron a contraer matrimonio. Aca Fala guardó silencio. Pensó que no había nadie merecedor de su belleza y no quería llevar una vida difícil y triste al lado de alguien a quien no amara. Por esto, un amanecer, en la playa, mirando la luna deslumbrante y con la cabeza en dirección a la centellante Venus, la princesa se envenenó con el zumo amargo de una misteriosa planta.

Pero los astros, dioses celestes y árbitros omnipotentes de los hombres, ordenaron un castigo a su vanidad y desobediencia. La princesa, en el mismo lugar de su muerte, quedó convertida en estrella de mar, sin luz, sin hermosura, sin gracia, por haber pretendido igualarse a las estrellas del cielo.
Este es el origen, dicen, de la solitaria estrella de mar.

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