DE CÓMO LAS MALAS NOTICIAS LLEGARON A OÍDOS DEL REY
DE CÓMO LAS MALAS NOTICIAS LLEGARON A OÍDOS DEL REY
Una excelente anécdota cuenta que hubo un monarca llamado Federico el Grande, de Prusia y que era un hombre violento, arrebatado e iracundo. Todos los súbditos le temían, porque tan pronto como alguien se reía y chanceaba ordenaba su inmediata ejecución de su sentencia de muerte.
Su caballo era el único ser al que amaba apasionadamente. Era el más hermoso corcel que pueda imaginarse, y tan inteligente que no tardo en ablandar y conquistar el corazón del monarca.
Un día, en que el monarca se hallaba muy atareado y enojado, supo que su caballo favorito estaba enfermo. En un exceso de furor, sintiéndose impotente de no poder salvar siquiera la vida de su corcel, a pesar de ser un gran monarca, hizo pregonar que aquel que le diera la noticia que el caballo había muerto, seria inmediatamente ahorcado.
Pasados algunos días, los pajes fueron a la caballeriza para ver el caballo y encontraron un mozo, que les dijo que el caballo había muerto. Los pobres pajes se consternaron tremendamente.
¿Quién se atrevía a decírselo al rey? ¿Quién iba a correr el riesgo de morir ahorcado? En aquel momento ante el apuro de no saber como avisar al rey lo sucedido, el mozo dijo a los pajes que no tuviesen miedo, que él mismo se presentaría al rey y, lo hizo así.
– Hola! –dijo Federico- ¿Cómo está mi caballo?
– Señor –replicó el mozo- el caballo continúa en su sitio. Esta echado y no se mueve. No tiene fuerzas y no come. Tampoco bebe, ni duerme, ni respira, ni. . .
– Entonces –exclamo impaciente el rey-, ¿es que ha muerto?
– Su majestad ha dicho la verdad –replicó tranquilamente el mozo. . . Su majestad es quien primero ha dicho que el caballo ha muerto.
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