CUENTOS PARA BAÑARSE - HAY QUE BAÑARSE

¡HAY QUE BAÑARSE!

Luisito era un bebé adorable, como lo son todos los niños pequeños. Pero tenía un defecto, no le gustaba que lo bañaran. Era el peor castigo que le pudieran dar. Los remedios los tomaba sin protestar pero si lo querían ver enojado era suficiente con que le mencionaran la bañera.

La mamá desesperada trataba por todos los medios de quitarle la fea costumbre de aborrecer el baño. Pero, por más que le dijera que era una práctica higiénica y saludable y que así los niños se criaban sanos y lindos, él pensaba lo contrario.

A la fuerza lo metía en el agua y cuando trataba de lavarle la cabeza, Luisito lanzaba unos gritos tremendos y pedía:

- ¡La cabecita, no!

Si le tocaba el turno a los bracitos, clamaba:

- ¡Los bracitos, no!

Y así con todas las partes del cuerpo. La hora del baño se convertía, pues en una verdadera tragedia.

Cierto día, la mamá de Luisito compró dos patitos y los dejo en el jardín de la casa. Uno era blanco como la espuma y el otro parecía blanco, aunque costaba reconocer el color por lo sucio que estaba. Llamó al niño, quien al ver a los animalitos, corrió a tomar el más blanquito.

-¿Por qué razón eliges ése? –preguntó la mamá.
-El otro está muy sucio – respondió Luisito.
- ¡Ah! ¿Te das cuenta? es que ése se baña y el otro no. Lo mismo sucede con las personas, si no demuestran aseo, la gente las rechaza.

El pequeño se puso serio y replicó:- ¡Entonces me bañaré siempre! Y desde entonces fue un niño aseado y prolijo, pues comprendió que su mamá deseaba lo mejor para él.

Gloria Ruiz Sanz

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